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Disciplinar a su hijo

Independientemente de la edad que tenga su hijo, es importante que usted sea coherente al impartirle disciplina. Si los padres no respetan las normas fijadas ni aplican a las consecuencias enunciadas, lo más probable es que tampoco lo hagan sus hijos.

Aquí tiene algunas ideas sobre cómo modificar su enfoque de la discipline para el bien de su familia.

De 0 a 2 años

Los bebés y los niños pequeños son curiosos por naturaleza. Es sensato eliminar de su entorno cualquier tentación y cualquier "¡NO!": artículos como el televisor o el reproductor de vídeo, el reproductor de música, las joyas y, sobre todo, los productos de limpieza y los medicamentos deberían estar fuera del alcance del pequeño.

Cuando su bebé se acerque gateando o cuando su torbellino de dos años corra hacia algún objeto peligroso o prohibido, dígale sin perder la calma: "No", y aléjelo de ese lugar o bien dirija su atención hacia otra actividad.

La técnica disciplinaria conocida como “tiempo fuera” o “pausa obligada”, consistente en obligar al niño a pasar cierto tiempo solo y en un lugar carente de estímulos y distracciones (por ejemplo, un rincón o una silla), puede ser eficaz con niños de 1 a 3 años. A un niño de dos años que ha estado golpeando o mordiendo a otro niño o tirando la comida al suelo, se le debe explicar por qué ese comportamiento es inaceptable y luego se le debe llevar al área designada para la pausa obligada, por ejemplo, una silla de la cocina o el primer peldaño de las escaleras, y dejarlo allí un minuto o dos para que se calme (tiempos más largos no son eficaces con niños tan pequeños).

Es importante no golpear, dar cachetes ni abofetear a un niño de cualquier edad. Además, los bebés y los niños pequeños es muy poco probable que sepan establecer una conexión entre su comportamiento y el castigo corporal. Lo único que sentirían es el dolor de los golpes.

Y no se olvide de que los niños aprenden observando a los adultos, sobre todo, a sus padres. Asegúrese de ser un buen ejemplo para su hijo. Usted será mucho más eficaz recogiendo sus propias pertenencias que pidiendo a su hijo que recoja sus juguetes mientras usted deja sus cosas esparcidas por la sala de estar.

De 3 a 5 años

A medida que su hijo vaya creciendo y empiece a entender la relación entre las acciones y sus consecuencias, asegúrese de empezar a informarle sobre cuáles son las normas de la casa.

Es importante explicarles a los niños qué es lo que se espera de ellos antes de castigarlos por su comportamiento inadecuado. La primera vez que su hijo de tres años use las ceras de colores para decorar la pared de la sala de estar, explíquele por qué no está permitido hacer eso y que pasará si lo vuelve a hacer otra vez (por ejemplo, tendrá que ayudar a limpiar la pared y no podrá usar las ceras de colores durante el resto del día). Si su hijo vuelve a decorar una pared de la casa al cabo de pocos días, enuncie el recordatorio de que las ceras de colores son solo para pintar papel o cartón y haga cumplir las consecuencias.

Cuanto antes transmita a su hijo el mensaje: "Yo fijo las normas y tú debes escuchar y aceptar las consecuencias", mejor será para todos. Aunque a veces resulte más fácil ignorar un comportamiento inaceptable ocasional o no imponer el castigo enunciado, si actúa de ese modo, sentará un mal precedente. Las amenazas vacías minan su autoridad como padre, y hacen más probable que su hijo se salte los límites. La coherencia interna y la consistencia a la hora de aplicar la disciplina son claves para una disciplina eficaz. Es importante que los padres decidan (conjuntamente, si no se trata de una familia monoparental) cuáles son las normas y las apliquen de una forma consistente.

Mientras establece claramente qué tipo de comportamientos no están permitidos y merecen un castigo, no se olvide de recompensar el buen comportamiento. Y no subestime el efecto positivo que pueden tener sus elogios en su hijo: la disciplina no consiste solamente en castigar, sino también en reconocer el buen comportamiento. Por ejemplo, decir: "Estoy orgulloso de que hayas compartido tus juguetes con otros niños" suele resultar más eficaz que castigar a un niño por el mal comportamiento de no compartir. Y sea específico a la hora de elogiar a su hijo; no se limite a decirle: "¡Bien hecho!". Deje bien claro cuáles son las conductas que le gustan. Eso hace que sea mucho más probable que su hijo vuelva a hacer ese comportamiento en el futuro: cuanta más atención le demos a una conducta, más probable será que vuelva a ocurrir.

Si su hijo se sigue comportando de una forma inaceptable, a pesar de todos sus esfuerzos, considere la posibilidad de diseñar una tabla de registro para cada día se la semana. Decida cuántas veces su hijo se puede portar mal antes de aplicarle el castigo y durante cuánto tiempo se debe comportar correctamente para obtener una recompensa. Cuelgue la tabla en la puerta de la nevera y haga un registro diario del comportamiento de su hijo. Así, tanto su hijo como usted, podrán ver literalmente cómo van las cosas. En cuanto el sistema empiece a dar frutos, no se olvide de recompensar a su hijo por aprender a controlar su comportamiento y, sobre todo, por superar un problema de largo recorrido.

El “tiempo fuera” también funciona bien con niños de esta edad. Elija un lugar apropiado y carente de distracciones, como una silla o el primer escalón. Tenga en cuenta que “enviar al su hijo a su habitación” no es eficaz si su hijo tiene computadora, televisor o juegos de vídeo en su dormitorio. Además, el tiempo fuera es un tiempo alejado de cualquier tipo de refuerzo. Por lo tanto, su hijo no debería recibir ningún tipo de atención por parte suya durante la pausa, incluyendo el hablarle, el contacto ocular y similares.

Asegúrese de establecer la cantidad de tiempo que funcione con su hijo. Algunos expertos afirman que 1 minuto de “tiempo fuera” por cada año de vida es una buena regla general; otros recomiendan alargar el tiempo fuera hasta que el niño se haya tranquilizado (para que aprenda a autorregularse). Asegúrese de que, si usted aplica el tiempo fuera porque su hijo no ha seguido sus instrucciones, las deberá seguir después de haber concluido el tiempo fuera.

Es importante que usted le diga a su hijo cómo se debe comportar, no sólo cómo no se debe comportar. Por ejemplo, en vez de decirle: "No se salta en el sofá", puede decirle: "Por favor, siéntate en el sofá y pon los pies en el suelo."

Asegúrese de darle órdenes claras, directas y concisas. En vez de decirle: "¿Te importaría ponerte los zapatos?", dígale: "Por favor, ponte los zapatos." Esto no da pie a confusiones y no sugiere que seguir sus instrucciones sea una opción entre varias disponibles.

De 6 a 8 años

El “tiempo fuera" y enunciar las consecuencias de la mala conducta también son estrategias disciplinarias eficaces para este grupo de edad.

De nuevo, la consistencia y la coherencia son cruciales, así como acabar lo que se empieza. Cumpla su palabra a la hora de impartir disciplina o, si no, se arriesgará a perder su autoridad. Su hijo debe saber que usted hace lo que dice. Esto no significa que no pueda concederle segundas oportunidades o permitirle cierto margen de error, pero, por lo general, debe ser consecuente y cumplir su palabra.

Asegúrese de no amenazar a su hijo con castigos imposibles o nada de realistas cuando esté muy enfadado ("¡Vuelve a dar un portazo y no volverás a ver la televisión!"); si no cumple sus amenazas, su palabra perderá todo su valor. Si, mientras se dirigen en coche a algún sitio, amenaza a sus hijos con dar media vuelta y volver a casa si no dejan de pelearse, asegúrese de hacer exactamente lo que ha dicho. Un día de playa perdido es mucho menos importante que la credibilidad que usted ganará ante sus hijos.

Los castigos exagerados le pueden quitar su autoridad como padre o como madre. Si castiga a su hijo a no salir de casa todas las tardes durante un mes entero, lo más probable es que el niño no se sienta motivado a portarse mejor al darlo todo por perdido. Le puede ayudar el hecho de establecer unas metas que su hijo pueda cumplir para recuperar los privilegios que ha perdido por haberse portado mal.

De 9 a 12 años

A los niños de este grupo de edad, como en todas las edades, se les puede impartir disciplina apelando a las consecuencias naturales del mal comportamiento. A medida que vayan madurando y reclamen más independencia y responsabilidad, enseñarles a asumir las consecuencias de sus comportamientos será un método disciplinario apropiado y eficaz.

Por ejemplo, si su hijo de once años no ha hecho aún los deberes a la hora de acostarse, ¿debería usted prohibirle acostarse hasta que los acabe o echarle una mano para que los acabe? La respuesta a ambas preguntas es "no" porque estaría desperdiciando la oportunidad de enseñarle una buena lección sobre la vida. Si su hijo no hace los deberes, tendrá que ir a la escuela al día siguiente sin ellos y cargar con la consecuencia de que le pongan una mala nota.

Es natural que usted quiera evitar que su hijo se equivoque pero, a largo plazo, le hará un favor si deja que cometa sus propios errores. Los niños comprueban qué puede conllevar un comportamiento inadecuado y lo más probable es que no vuelvan a cometer los mismos errores. De todos modos, si su hijo no parece estar aprendiendo de las consecuencias naturales de portarse de forma inadecuada, usted debería establecer sus propias consecuencias para ayudarle a modificar su conducta. Retirarle privilegios, como jugar a juegos electrónicos, puede ser una consecuencia eficaz en este grupo de edad.

A partir de los 13 años

A estas alturas, usted ya habrá sentado las bases de la disciplina. Su hijo sabe qué es lo que se espera de él y que usted cumple con su palabra en lo que se refiere a las consecuencias del mal comportamiento. Pero no se le ocurra bajar ahora la guardia: la disciplina es tan importante para un adolescente como para un niño pequeño. Del mismo modo que un niño de 4 años necesita que sus padres le fijen un horario para acostarse por la noche y lo respeten, un adolescente también necesita que le fijen límites.

Asegúrese de fijar unas normas sobre los deberes, las visitas de los amigos, la hora de volver a casa por la noche y las citas, y coméntelas con su hijo antes de aplicar sus consecuencias para que no haya malentendidos. Aunque lo más probable es que su hijo proteste de vez en cuando, también se dará cuenta de que es usted quien tiene el control. Aunque le parezca mentira, los adolescentes todavía quieren y necesitan que les fijen límites y les impongan un orden en sus vidas, incluso aunque usted les garantice una mayor libertad y responsabilidad.

Cuando su hijo en edad adolescente se salte una norma, retirarle privilegios será el mejor plan a seguir. Aunque, por ejemplo, le puede prohibir usar el coche familiar durante una semana, asegúrese también de explicarle por qué llegar a casa pasada la hora del toque de queda es preocupante e inaceptable.

Recuerde que debe permitir a su hijo adolescente tener cierto grado de control sobre sus cosas. Esto no solo reducirá sus luchas de poder, sino que también ayudará a que su hijo respete las decisiones que usted todavía debe tomar por él. Al principio de la adolescencia, a un hijo se le puede permitir que tome sus propias decisiones en lo que se refiere a la ropa que se pone para ir a la escuela, el peinado que lleva y cómo decora su habitación. A medida que se vaya haciendo mayor, se le deberá ir ampliando el control que tenga sobre sus cosas, incluyendo, por ejemplo, alargar la hora del toque de queda de vez en cuando.

También es importante centrase en lo positivo. Por ejemplo, retrase la hora del toque de queda cuando su hijo se porte bien, en vez de adelantársela como castigo por un comportamiento irresponsable.

Unas palabras sobre pegar a los niños

Quizás no haya ninguna forma de disciplina que sea más polémica que pegar a los niños . Aquí tiene algunas razones de que los expertos desaconsejen abofetear, dar cachetes o pegar de otra forma a los niños.

  • Al pegar a un niño, se le enseña que está bien pegar cuando estamos enfadados.
  • Y, además, aparte de hacerle daño, se le pueden infligir lesiones corporales.
  • Si se pega a un hijo, en vez de enseñarle a modificar su comportamiento, solo se consigue que tema a sus padres, y lo único que se le enseña es a evitar que lo vuelvan a pillar “in fraganti”.
  • Si el niño se "porta mal" para llamar la atención, una bofetada o un cachete lo puede "recompensar"; una atención negativa es mejor que no recibir ningún tipo de atención.